No solamente los ayudantes celestiales nos acompañan en el camino del desarrollo de nuestra vida. También hay otras fuerzas divinas a nuestro lado. Nos transmiten ayuda consejo y protección.
De todos los seres angélicos, los
Espíritus de la Naturaleza son los más afines a nuestra realidad humana.
Son un reino que merece gran respeto, pues ha sido el más afectado por nuestras locuras ambientales. Sin embargo, continúan sirviendo de buen grado.
Abrirnos ahora a ellos es muy importante, pues poseen mucha información vitalmente necesaria en esta época de transformación planetaria.
Ellos son los encargados de controlar todo lo viviente, están al servicio de los ángeles, y a su cuidado están los animales la los que enseñan a manejarse por el instinto.
Ellos ayudan a renacer los bosques que los hombres talamos, dan vida a las zonas devastadas por las sequías y los incendios y recuperan la belleza y el color después de los destrozos que causan los huracanes y las inundaciones.
Podemos decir que estos seres que viven en otro plano espiritual al igual que los ángeles son los que hacen que la rueda de la vida no pare, ellos crean y regeneran la naturaleza que nos permite subsistir.
Por ello, cada vez que arrancamos una flor, una planta, un mineral, etc. hemos de pensar que detrás de este existe un ser especial que ha permitido que llegase a nosotros.
Nos solemos comunicar con estos seres aún sin saberlo, cada vez que olemos el perfume de una flor, cuando andamos descalzos por el césped, cuando acariciamos una planta, incluso cuando sostenemos en nuestras manos una gema para meditar y admiramos su color su textura, su belleza, etc.
Pero también les causamos sufrimiento y los alejamos de nosotros cuando dañamos la naturaleza.
Los elementales, como también se los denomina, se dividen en cuatro secciones diferentes, correspondientes a los cuatro elementos (de ahí su nombre):
• Elemento tierra: Gnomos, hadas, duendes.
• Elemento aire: Silfos, Ninfas, Elfos.
• Elemento agua: Sirenas, Nereidas, Ondinas.
• Elemento fuego: Salamandras.
Según historias de la antigüedad, había un trato mas cercano entre los devas y los hombres, al igual que lo hubo entre los ángeles y los hombres.
Pero con el transcurrir de los tiempos el hombre se volvió más agresivo, mas materialista, mas egocéntrico.
Ya no le importó destruir la naturaleza con tal de conseguir sus propósitos, por lo que estos se alejaron de nosotros.
Solo quedaron historias de éstos, que con el tiempo se convirtieron en cuentos para niños.
Sin embargo, una persona sensible, al caminar por el bosque, escuchar el viento o las olas del mar, es capaz de percibir la presencia de estos seres mágicos y comprender que ese mundo aún está vivo.
Es necesario volver a creer en ellos para que nuestro niño interior pueda seguir vivo en nosotros.